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viernes, 6 de enero de 2017

¿EMPEZAMOS? NO



¿No sabes cómo motivar a tus alumnos? ¿Crees que es momento de cambiar tu metodología? ¿En ocasiones te agobias en clase? La clave está en modificar no solo tu metodología sino tu manera de estar en clase: tu manera de ver a los alumnos y de acercarte a ellos. El trabajo por proyectos es el último objetivo que nos tenemos que marcar puesto que para llegar a trabajar en torno a dicha metodología, debemos saber plantearnos objetivos muy concretos, objetivos a corto plazo.
¿Estás seguro de que quieres cambiar? Planteemos el principio del cambio con unos cuantos pasos a seguir para que no puedas agobiarte. Tienes que conseguir que ese proceso te refuerce como profesor para llegar de forma segura al objetivo metodológico que nos proponemos: el trabajo por proyectos. Cuando trabajamos dentro de un aula donde los alumnos están inmersos en un proyecto, se han debido de producir varios condicionantes para que todo vaya como queramos. Si buscamos la realización de un proyecto para terminar con un trabajo “bonito” para colgarlo en papel continuo en el pasillo cuya única finalidad es que lo vean los papás que vienen a tu tutoría, por mi parte no hemos cumplido ni la mitad de los objetivos planteados. ¿Han conseguido aprender tus alumnos realmente los contenidos que pensabas cubrir? ¿Han participado todos activamente en el proceso? ¿Has visto en ellos interés desde el principio hasta el final? ¿Han vivido de manera enérgica y positiva la experiencia? ¿Has notado un cambio en el ambiente de tu aula? ¿Sientes que tus alumnos han reforzado su competencia socio-emocional? ¿Han participado los padres? La localidad o el pueblo donde trabajas, ¿lo han conocido?


Diario: Hoy he tenido uno de los peores días de mi vida laboral. Es el día diez de proyecto con mi clase de 3º de Primaria. Mis 26 alumnos tenían que repartirse varias tareas: buscar información sobre los animales salvajes en el ordenador de clase, poner en las cartulinas el título de los tipos de animales, recortar todos los animales que hay en las revistas que han traído de casa y empezar a pegarlos en cartulinas de varios colores. Hemos juntado las mesas de dos en dos para que se pudieran apoyar bien las cartulinas. Todos querían estar en el ordenador y solo podían buscar dos; aunque he conseguido convencer a la gran mayoría, Julia, Pablo y Martín se han pasado llorando el resto de la clase sin querer hacer nada. Miguel no ha parado de decir: “siempre les toca a las mismas hacer las cosas más difíciles; ni que el resto seamos tontos”. A pesar de que ya tenía tres niños fuera de fuego y otro odiándome, continúo con lo planificado: como tenía 23 alumnos sin enfadar más Miguel, he repartido la clase en grupos de seis para que dos de cada uno escribieran el título que les tocaba, otros dos recortaran y los otros dos pegaran. Uno de los grupos ha empezado a jugar con el pegamento. Lucía le ha dado una torta a Miguel y ahora Miguel realmente no quiere ni verme. He castigado a ese grupo sin trabajar. El resto iban muy lentos y no han terminado. Al terminar el día, la madre de Julia estaba esperándome en la puerta de clase para pedirme explicaciones de porqué su hija no había podido buscar en el ordenador.

Lo que nos cuenta este diario de un profesor cualquiera es algo habitual en las aulas y son muchas las cosas que influyen a que esas situaciones se desencadenen: colocación de sillas y mesas del aula, reparto de roles dentro del aula, solicitud de puestos de trabajo dentro del proyecto, motivación inicial de los alumnos, cercanía del proyecto con la realidad, distribución heterogénea de alumnos en cada grupo,... 

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